miércoles, 30 de septiembre de 2009

II - Parejas (parte 3)

Leo chupaba y masturbaba el sexo de Alicia con pasión sobre la cama. Estaba atada, de modo que no podía moverse ni hacer nada para evitar el gran placer al que la estaban sometiendo. Solo jadeaba, y empezaba a sudar del calor, a pesar de que el ventilador estuviese encendido. Los jadeos envolvían la cruda canción de Black Metal que sonaba en la habitación en aquel momento. Los fabulosos riffs de guitarra eléctrica distorsionada al máximo y los ''blast beats'' de las baterías excitaban la mente de Leo, fulminándola con una poderosa voz gutural aguda. El grupo que sonaba en la sala era Emperor, y una canción de sus primeros trabajos ''I am the Black Wizards''. Leo había grabado un CD con diferentes canciones de distintos grupos de Black y Death Metal.

Había llegado el momento, Leo se acercó a un cajón de la habitación de la chica, lo abrió, y de ahí dentro sacó un preservativo normal. Volvió hacia la cama, donde ella se encontraba atada, y una vez allí, lo abrió y se lo colocó cuidadosamente en su genital erecto. Alicia simplemente lo miraba, como si con la mirada le estuviese ordenando que empezase ya.

La canción cambió, y ahora en el lugar sonaba ''Queen of Winter, Throned'', de Cradle of Filth, una de las cancio-nes favoritas de Leo, de su grupo favorito.


Even a man who is pure in the heart,

and sleeps in prayer by night,

may become a wolf when the wolf's bane blooms

and the Winter moon is high...


Empezó la canción, las primeras palabras habladas, y Leo las repitió motivado. Después hubo una calma...


Oh, listen to them,the Children of the Night,

What sweet music they make...


Repitió también estas palabras, que conseguían motivarle y excitarle al máximo, y movió la cabeza cuando la guitarra volvió a empezar a sonar, y cantó el primer verso mientras sonaba a la vez que excitaba el sexo de Alicia para que se mojase y también excitaba el suyo propio para que se mantuviese erecto.


Iniquitous

I share Carmilla's masque,

a gaunt mephetic voyeur

on the black side of the glass,

peering through the mirror

deep dark and ominous,

consorting themes, demons I wave,

subservience from thee to lost...


Ya está, ya estaba preparado para empezar el acto. Cogió a su chica por las piernas y las levantó, después se acercó a ella, e introdujo lentamente su genital en ella. Un gemido de placer nació por su boca. La música, los inciensos, la luz, el ambiente en general... era la mejor atmósfera que Leo había conseguido preparar en mucho tiempo.



Juan, uno de los amigos íntimos de Leo, se encontraba en sentado en un banco del parque que estaba situado cerca del instituto. Estaba aburrido, cansado y no sabía que hacer.

A diferencia de Leo, a él no le entusiasmaba el Metal, por el contrario, él escuchaba a sus antepasados, era amante del rock clásico y psicodélico. Le encantaban Steely Dan y Jimi Hendrix. Tocaba la guitarra desde los diez años, por lo tanto ya tenía bastante experiencia, y hace dos años empezó con la batería.

Estaba muy soleado, el calor cansaba mucho más a la gente, pero los árboles estaban repletos de flores y el parque de aves. Incluso había un pequeño estanque con peces pequeños y patos.

-¡Eh, Juan!-llamó una voz a lo lejos. Se giró para ver quien era, y llegó Eva por la entrada del parque.

Ella era algo más baja que Juan, pero tenía el cuerpo de una diosa, muchas curvas, bien dotado, y lo mejor es que se lo cuidaba. Tenía los rasgos faciales muy finos, sin ninguna imperfección, ni un grano, ni un poro... nada. Su cabello llegaba por los hombros, y lo tenía de color castaño con muchas mechas rubias. Sus ojos eran color verde grisáceo. Aunque Juan y Eva tenían sus respectivos amigos, ellos dos eran bastante íntimos, iban al mismo curso, pero no a la misma clase, aunque siempre se encontraban en los recreos. En total habían cuatro grupos de primero de Bachillerato. Ella estaba en el mismo que Alicia.

-¡Oh, hola, Eva!-respondió él, y se levantó del asiento.-¿Qué te trae por aquí?

-¿Qué ocurre?¿Ahora no puedo venir a estar con mi amigo?-dijo cuando llegó, y acto seguido, se sentó en el banco. Juan se volvió a sentar. Bueno, ¿qué te cuentas?

-¿Yo?Nada la verdad, estaba aburrido, de modo que aquí he venido.-se inclinó sobre el banco.

-Sí...-Eva suspiró.-El mundo es aburrido... pero que se le va a hacer, ya que así fue creado y nos tenemos que aguantar.

Hubo un silencio bastante incómodo.

Él realmente sentía algo por ella. Llevaba ya bastante tiempo enamorado, pero nunca se había atrevido a actuar, simplemente, por miedo a ser rechazado, ya que, ¿qué demonios iba a hacer una chica como ella con un chico como él?

-Bueno, en realidad lo que pasa, es que quiero hablar contigo.-empezó Eva, Juan se volvió para mirarla a aquellos verdes ojos.

-Pues... habla.

-Em... Esto... Yo...-enrojeció notablemente. Juan también enrojeció y miró a otro lado del parque para evitar que ella también notase que él estaba enrojeciendo, no sabía por qué.

-¿Sí?-dijo Juan, invitándola a continuar.

Ella estaba claramente nerviosa y sonrojada, claramente por lo que le iba a confesar a él, y le costaba mucho articular las palabras. Él la miraba de forma que no sintiese vergüenza o miedo, con seriedad, aunque inútilmente, ya que ella tenía la mirada posada en otra parte del parque, con la cara totalmente roja.

-Vamos, Eva, no cuesta tanto.

Eva tragó saliva, a continuación le agarró a Juan de las manos y le miró a los ojos, difícilmente, pues le costaba mantener la mirada sobre la suya. Tragó saliva, y empezó a hablar.

-Yo...-tragó saliva de nuevo.-No tiene por qué ser tan difícil, pero soy tonta y simplemente estoy complicando las cosas más de lo que deberían ser. Vale, allá voy...

Juan también tragó saliva, creía que ya sabía lo que Eva le iba a confesar, de modo que el también se sonrojó. Era cierto, realmente estaban complicando la escena mucho más de lo que debería ser, de modo que él habló:

-Yo también tengo que decirte algo, Eva...-tragó saliva y miró a otra esquina.-Más bien, he de hacer algo, si no lo hago, me moriré en mi duda...

Le apretó un poco más las manos a Eva, y acto seguido, se inclinó hacia ella, cada vez más cerca, ella no se apartaba, estaba quieta, y también se inclinó hacia Juan, haciendo que sus labios se juntaran y se fundieran en un romántico primer beso de pareja. Se abrazaron mientras el beso duró, y al separarse se quedaron mirando el uno al otro con una expresión cariñosa.

-Yo... te quiero, Eva.-dijo finalmente.

-Y yo a ti.-respondió, y se abrazaron.


jueves, 24 de septiembre de 2009

II - Parejas (parte 2)

Nicolás y Luna se habían refugiado en un local abandonado a pocas manzanas del lugar donde se encontraban antes. Luna estaba sentada en una roca grande, y Nicolás estaba de pie sin mostrar ningún sentimiento ni expresión. Ambos se habían quitado ya las gafas, pues el lugar era oscuro, y estaban a salvo de la radiación solar hacia ellos.

-Lo único que detesto de esta forma-comenzó Luna.-es estar apartada del Sol, aprisionada en la Noche, aunque es muy bella y majestuosa, muy maligna y soberana, su única compañía es muy entristecedora.-había cierta melancolía en el tono de voz de la chica y en sus castaños ojos.

-Pero así es, y así seguirá hasta el final de los tiempos, o nuestro propio final.-respondió el otro sin expresar nada.

-Al menos la muerte ya no nos puede separar.

Hubo un silencio, Nicolás pensaba, su acompañante lo miraba aburrida. Su vida era aburrida. El mundo en sí le parecía aburrido a Luna, lo único que la salvaba era Nicolás, su querido ''Blutsauger''.

-Tengo hambre.-dijo, rompiendo el silencio.

-Cuando les tengamos, no necesitaremos comer en meses.

-Sí, pero Nicolás, yo tengo hambre ahora, y a saber lo que tardaremos en cazarles.

-En fin, está bien, si lo deseas, traenos algo de comer.

Luna sonrió, se levantó y se dirigió a un boquete que había en la pared, casi se olvidó de ponerse las gafas. Una vez hecho, salió al exterior, era un callejón oscuro, de modo que se refugió en una esquina y esperó. Vio alguien pasar por una calle paralela, un hombre joven, de unos veinticinco años. El hombre se detuvo, fue entonces cuando ella aprovecho para acercarse por las espalda, y agarrarle por el cuello. Él gritó, pero ella ya se lo había llevado al callejón. Nicolás y ella poseían una fuerza extraordinaria, aunque no se demostraba físicamente. Una vez en el callejón, le dio un puñetazo en la cara y el hombre se quedó inconsciente. Había forcejeado mucho.

Llevó al hombre dentro y lo tiró al suelo, a los pies de Nicolás, se quitó las gafas y le miró con gesto de superioridad, ella lo miró también.

-¿Qué te parece?

-No está mal... muy bien, Luna, comencemos.

Los dos se agacharon sobre el hombre inconsciente. Nicolás abrió la boca de par en par y se pudieron ver unos muy afilados incisivos y caninos. Él, a diferencia de los demás de su especie, tenía también los incisivos afilados y salientes, algo fuera de lo común, pero mucho mejor a la hora de morder gente y sacar cantidad. Luna hizo lo mismo, y se dejaron ver sus caninos afilados. Después, los dos se inclinaron sobre el inconsciente, y mordieron. Nicolás mordió la parte de la yugular, y Luna un poco más abajo, en el otro lado del cuello, de modo que así los dos podían morder y beber sin entorpecerse el uno al otro.

Al sentir el mordisco en la vena yugular, el hombre dio un pequeño espasmo, pero quedó quieto en un momento. La sangre salía a chorros del cuerpo de aquella persona, y los dos chicos bebían ansiosos, con sed, saciándola. Luna incluso cerró los ojos en señal de placer con aquel alimento que tanto le gustaba tanto a ella como a Nicolás.

Al terminar con el hombre, se alzaron,Nicolás dio una patada al cadáver con una mirada de repulsión, después miró a Luna, y los dos, con la boca llena de sangre, se volvieron a besar, compartiendo el alimento.

-¿Qué hacemos con el cadáver?-preguntó ella algo preocupada.

-No pasa nada querida, dejemos el cuerpo aquí mismo.-respondió.-Por mí, que se lo trague la tierra, me dan igual los humanos, son inútiles, solo sirven como alimento, son maldita escoria que malgastan energía en vano durante la vida...-hubo un silencio.-Luna, creo que es hora de irnos, pronto nos encontraremos con nuestros amigos, querida mía.-y rió por lo bajo.

-¿Pero que piensas hacer?

-De momento solo le visitaré a él... quisiera, ''hablar'', y traerle con nosotros para disfrutar.-y rió bajo de nuevo en un tono de maldad.

Dicho esto, le hizo una señal a Luna, se pusieron las gafas y salieron, refugiándose entre las sombras del callejón, evitando la Luz.

-Pero entonces, ¿qué vamos a hacer ahora?-preguntó Luna.

-Volvamos al edificio abandonado en el que estuve anoche.-respondió, saltó con un brinco de más de tres metros y se transformó en niebla, Luna, sin rechistar, se transformó también y le siguió. El Sol no les afectaba cuando estaban en forma de niebla, ya que, al fin y al cabo, es una materia gaseosa.

Él le había comentado a Luna que aquella noche iba a salir, que iba a deshacerse de una chica que le seguía, y le prometió traerle algo de su sangre, aunque al volver al lugar donde se refugiaban no le trajo sangre de la chica, si no de otra persona, ya que él la había drenado completamente.

Nicolás, aunque parecía una persona muy fría y seria en un principio, no lo era para nada. Él amaba a Luna, desde que la conoció, más bien... desde que la convirtió. Aunque a primera vista no lo demostraba, era una persona muy cariñosa y bondadosa cuando se trataba de amor, y siempre ponía mucha pasión en ello... la misma pasión que ponía cuando mataba o se alimentaba.

En cambio, ella, simplemente estaba feliz de estar a su lado, se sentía bien, protegida, querida, escuchada, pero aburrida del mundo...

II - Parejas (parte 1)

La casa de Alicia estaba vacía, ya que sus padres trabajaban hasta tarde, por lo tanto, ella tenía que hacerse la comida, la cena la hacía alguno de sus padres cuando llegaban, pero dependía de quién terminase antes el trabajo. Aunque en ocasiones sí que tenía que hacerse ella la cena porque no llegaba ninguno. El punto positivo es que podía salir sin que le dijera nada y que al estar sola en casa, nadie podría molestarlos.

Llegaron y Alicia cerró la puerta de golpe. Se giró a Leo, los dos lanzaron sus mochilas al suelo y él se lanzó sobre ella, besándola apasionadamente, agarrándola de la cintura y del cuello, ella con sus brazos tras su cuello. Separaron sus bocas y se miraron apasionadamente. Leo bajó su cabeza y beso su cuello, haciéndola agarrar al chico por su cabeza y cerrando los ojos en señal de placer.

-Delicioso.-comentó Leo al separarse. Alicia esbozó una pequeña sonrisa y se sonrojó intensamente.

Hacía ya un año y medio, cuando Leo tenía quince años y ella dieciséis que ambos perdieron una de sus posesiones más valiosas: la virginidad. Fue algo mágico para los dos, un momento de unión extrema y de eterno placer. Desde entonces, su relación se intensificó, y parecía que durarían para siempre. Leo había esperado bastante tiempo para estar preparado, pero sobre todo la había esperado a ella, que era todavía más importante.

Ahora cambiaron de persona y Alicia fue la que besó el cuello ahora. Leo lo disfrutaba enormemente, y le susurró al oído que le mordiese, y así fue. A Leo le gustaba bastante que le mordiesen el cuello, y a Alicia también, solo que le causaba más placer que a él.


Desde fuera del edificio, al pie del mismo, dos personas observaban a través de la abierta ventana del primer piso, la casa de Alicia. Uno de ellos era un chico de piel pálida, cabello negro ondulado y gafas de sol, el otro era una chica rubia también con gafas de sol.

-¿Seguro que ellos merecen la pena?-dijo la chica.

-Claro que sí.-respondió él.-¿Por quién me tomas? Ya llevo un tiempo observándolos, desde el primer momento que sentí su fuerte olor, me acerqué a observar y noté que el chico se había golpeado con algo y le sangraba el antebrazo, más tarde, cuando le observaba, una chica que iba con él cayó al suelo volviendo a casa y se rasgó la rodilla Te lo digo en serio, su sangre es mucho mejor que la de cualquier humano normal... pero, ¿cómo es que tienen la misma? Es muy extraño.

-Quizás sean hermanos, ¿no crees?

-Sí... tal vez...

-¿Entonces que pretendes?

-Que esa sangre sea nuestra antes de que cualquier otro nos la quite.

-¿Pero cuantos más de los nuestros hay aquí?

Se volvió hacia la chica, sin dar respuesta alguna, la agarró por la espalda con una mano y la acercó a él, después los dos se besaron con pasión. Al separarse ella suspiró sonrojada.

-Ay, Nicolás...

-¿Ocurre algo?

-Solo te pido gracias.

Nicolás, un misterioso chico que disfrutaba enorme-mente con la sangre, que portaba gafas de sol, que siempre se ocultaba en las sombras, él, que mató a miles de muchachas sin compasión, deleitándose con su cuerpo y su sangre, y que ahora tenía a dos chicos en su punto de mira. Y la chica que lo acompañaba...

-Luna.-dijo Nicolás, ella se giró para mirarlo.

-¿Sí?

-Te prometo que serán nuestros, que los compartire-mos, y que...

–...¿''Viviremos felices y comeremos perdices''?-terminó ella burlona.

-No.-dijo en seco, manteniendo la postura seria.-Viviremos saciados, no moriremos, para siempre, bajo el manto lunar, tú y yo.-miró fijamente a Luna a los ojos.-Ich liebe dich, Blutengel...

-Für dich und mich, mein Blutsauger...

Y tras compartir estas palabras en alemán, mirándose fijamente a los ojos con pasión, se besaron, bajo la sombra del edificio, refugiados del Sol, un poderoso asesino que les perseguía allí donde iban, y que solo podían dar esquinazo refugiándose tras las sombras y la Luna, reina nocturna.



-Leo, te amo.-dijo Alicia jadeando.

Habían cerrado las cortinas, puesto el aire acondiciado y algo de música Black Metal que había traído Leo para caldear el ambiente. Estaban en la habitación de ella, con velas como única forma de luz presente en la sala. También habían prendido unos inciensos de vainilla.

Estaban tumbados sobre la cama, Leo encima de Alicia, sin camiseta, besándola el cuello y el escote, y en ocasiones mordiendo, haciendo que ella se agarrara fuertemente a su cabeza. La besó en el lóbulo de la oreja, cambió de nuevo al cuello, después, cerca de la nuca, un punto muy excitante para muchas mujeres, y después al escote de nuevo. Ella tenía su mano en su nuca con los ojos cerrados mientras él se deleitaba besando su voluminoso y bien dotado cuerpo.

Alicia se desprendió de su camiseta negra y la tiró a un rincón de la habitación, llevaba un sujetador negro, remarcado por sus pechos, que se habían desarrollado antes que los de casi todas las chicas de su clase hace unos años. Después Leo se aproximó a ella y le desató el sujetador, que también tiró al otro extremo de la habitación. Volvió a tumbarla y paso su mano por sus senos ahora también. Los acarició y los tocó mientras besaba y mordía su cuello, después bajó la boca ahí e introdujo uno de los pezones en su boca, chupándolos y dándoles pequeños mordiscos de vez en cuando. Ella respiraba fuertemente, él simplemente estaba haciendo lo posible por darle el máximo placer.

El incienso daba aún más atmósfera a aquel cuarto oscuro con un ambiente tan perfecto que habían creado. El olor a vainilla era realmente afrodisíaco en aquel momento. Precisamente, esa fue la intención de los dos. Las velas no eran aromáticas, pero simplemente iluminaban la habitación de una erótica manera.

La pareja había experimentado muchas cosas desde la primera vez que tuvieron relaciones sexuales, pero hasta ahora Alicia nunca había sido sodomizada, y eso era algo que realmente le gustaría hacer a Leo en alguna ocasión, y ahora se sentía con ganas de hacelo, no iba a dejar pasar la ocasión.

-Alicia, déjame sodomizarte.-dijo Leo con lascivia, ella tenía los ojos cerrados.

-Adelante.-respondió, jadeando y aún sin abrir los ojos, su cara demostraba placer.

Leo se levantó y cogió un cinturón de uno de los armarios de ella, volvió a la cama, y se decidió a empezar. La cogió por los brazos y los puso junto a la parte trasera de la cama, cogió el cinturón y empezó a enrollar sus manos junto a la parte de atrás del somier de la cama. Cuando ya quedó atada, mostró un rostro de satisfacción y felicidad.

-Y ahora, al lío.-dijo sonriendo maliciosamente

Cogió a la chica por los pies y se acercó a ella, después desabrochó el botón del pantalón que llevaba, se lo bajó y lo tiró juntó a las demás prendas, acarició su sexo por encima de la ropa interior. La cara de ella se volvió tranquila y lasciva, disfrutaba con aquel tacto, y Leo también.

lunes, 21 de septiembre de 2009

I - Nicolás (Parte 3 - Final)

-¿Ocurre algo?-preguntó Paul.

Leo salió a paso acelerado hasta la puerta del edificio y se dirigió en el exterior al lugar donde ocurría aquel suceso, Paul le siguió mientras le gritaba:

-¡Leo, tenemos que volver o nos echarán la bronca!

Llegaron al lugar. Séis chicos mas o menos de segundo de Bachillerato observaban como un séptimo daba una paliza a un alumno que iría a cuarto de E.S.O. Los demás le alentaban y animaban con frases como ''¡Dale Fuerte!'' o ''¡En la cara, en la cara!'' Leo reconoció al chico, era Alberto, un chico realmente molesto y vacilón que siempre estaba haciendo lo posible por incordiar. Al parecer alguien ya se había hartado y decidió darle una lección.

-¿Qué ha hecho esta vez?-preguntó Leo acercándose a uno de los chicos que observaban la paliza.

-Bah, algo de siempre, le estaba vacilando, y así ha acabado, creo que ya no se meterá con nadie más.

-Leo.-dijo Paul a su espalda.-No quiero tener nada que ver, así que yo me voy a clase, quedate tú si quieres, pero no quiero meterme en líos a finales de curso, y los resultados de estos exámenes son muy importantes.

-Bien, puedes marcharte, no te voy a detener, tranquilo, que no te voy a guardar rencor, es perfectamente comprensible que quieras irte y no arriesgarte a nada, imaginate que te expulsan por estar en una pelea, pues eso, marchate.

-Ya, pero, ¿y si te pillan a ti?

-No va a pasarme nada, créeme.

-Está bien, pero no quiero saber nada luego, hasta después.-y Paul se metió en el edificio.

La campana aún no había sonado, de modo que Leo decidió quedarse ahí observando como agredían al molesto chaval, y alentando a quien le estaba pegando, un chico al que no conocía de nada, solo de vista.

-¡Por favor, para!-gritaba Alberto.

-¡Ni hablar, tú vas a cobrar caro!-y le atinó un puñetazo en el ombligo, y Alberto por reflejo propio bajó la cabeza y se llevó las manos al lugar donde le habían golpeado, esto era perfecto para que ahora el otro chico le diera un rodillazo en la cara, haciéndole sangrar la nariz y caer al suelo.

Alberto había molestado a Leo muchas veces. Se había metido con él soltando basura sobre el Metal y los gustos de Leo. Él se había aguantado las ganas de darle una paliza, y ahora se sentía terriblemente saciado al ver la lección que le estaban dando, y no pudo evitar meterse en el área de combate y darle una patada al chico en el suelo en el costado, haciéndole retorcerse de dolor. Otro chico se acercó, le cogió por los brazos al herido y le tapó la boca.

-Para que no grites.-le susurró al oído.-Ahora, Guillermo.

Leo se apartó para dejar paso a Guillermo. Era un chico bastante alto y fuerte, de anchos hombros y expresión bruta. Se aproximó a Alberto en el suelo, que intentaba zafarse del agarre, pero sin éxito, le agarró del cuello de la camiseta y le propinó un último puñetazo en la cara. Salpicando sangre por todas partes.

-¡Mierda, me he manchado! Da igual, ahora me limpiaré...-exclamó, y se dirigió al que lo agarraba.-Creo que ya ha aprendido la lección.-dijo, y el chico que le agarraba le soltó. Guillermo agarró a Alberto y lo llevó detrás de los cubos de basura.-Como digas algo estás acabado, chaval.-Volvió juntó a los otros y les dio señales de volver adentro, entonces sonó el timbre y empezaron a volver a clase, cuando Guillermo observó algo.-Anda, mira lo que hay por aquí.

Había un chico sentado en el otro extremo del recreo, con unas opacas gafas de sol. Tenía el cabello oscuro y largo, y la piel pálida como la de un muerto. Guillermo se acercó a él.

-Tú no has visto nada, ¿entendido?-los demás se acercaron. Leo no conocía de nada a ese chaval, parecía tener su misma edad, pero no le recordaba de ningún grupo de primero. Guillermo no le dio mucha importancia al hecho de que Leo se hubiese unido al grupo al darle la paliza a Alberto, que seguía detrás de los contenedores, débil y sin fuerzas para andar. El chico de gafas de sol no contestó.-Eh, tú.-le dio un empujón.-¿Me estás escuchando?No dirás nada sobre lo que has visto aquí, ¿vale?-siguió sin responder, y Guillermo el dio otro pequeño empujón en el hombro.

-No me toques.-dijo con voz tranquila pero amena-zadora al mismo tiempo.

-No te recuerdo, ¿a qué curso vas?-no respondió.-Que me digas a qué curso vas, ¿o acaso eres cortito de mente, eh?

-No, ahí nos confundimos, tú eres aquí el ''cortito'' de mente, eres un cobarde, y un imbécil, ¿lo sabías? Aprovechas que él está solo y rodeado de muchos chicos grandotes...

-¡Pero será...!-Guillermo se abalanzó sobre él, pero uno de sus compañeros le detuvo.-¿Qué haces?¡Suéltame!

-No, Guillermo, lo último que queremos es otro herido, además, tampoco te ha hecho nada grave.

Guillermo se zafó del agarre de su amigo y comenzó a andar hacia el edificio, enfadado, frustrado. Le dirigió una mirada asesina a aquel chaval de gafas de sol y cabellos oscuros. Tras él siguieron los demás, y Leo fue el que más prisa tuvo para llegar al edificio, iba a llegar tarde a la tutoría, y no convenía en estos últimos días. Mientras iba, volvió la mirada al chaval, pero se quedó con la sorpresa en la mirada: ya no estaba allí.

Leo cruzó los pasillos a toda velocidad hasta llegar a su clase, y una vez ante la puerta, entró, nervioso de lo que le pudiera decir su profesor. No tenía ninguna excusa buena preparada, así que o bien decía cualquier tontería, o se callaba y asumía lo que le pudiese pasar. Tocó la puerta y entró.

-Siento llegar tarde, señor.-dijo con la cabeza baja.

-¿Dónde has estado, Leo, si se puede saber?-preguntó inquisitivo su profesor, esperando una respuesta.

-Esto... pues..., lo siento.-y exhaló un suspiro.

-No importa, vamos, siéntate. Pero te has ganado una falta.

Leo se dirigió a un asiento libre, al lado de Juan. Tenía el cabello corto y rubio y los ojos castaños. Era un poquito más bajo que Leo, pero más fuerte. Simplemente se saludaron y quedaron callados mientras el profesor explicaba cosas acerca de los exámenes y temas relacionados con el curso que Leo encontró aburridos y sin interés, y por lo tanto, pasó de escuchar. La tutoría era absurda, a su parecer, y creía que directamente los alumnos deberían irse ya a casa, todavía con más razón en los últimos días. Solo quedaba una semana completa para terminar el curso.

El timbre sonó. Ya eran las tres, finalmente, hora de marcharse. Leo cogió su mochila y dejó algunas cosas en la taquilla y se dirigió afuera, a esperar a Alicia, para después los dos dirigirse a su casa. Llegó al momento de salir Leo, se saludaron con un prolongado beso y después se dirigieron camino al apartamento donde ella vivía, cogidos de la mano, a unas dos manzanas de allí.

Leo aún tenía en la cabeza la brutal paliza a Alberto y a aquel extraño chico que había aparecido allí aquella tarde y que después había desaparecido sin dejar rastro.

Ninguno de los dos se dio cuenta de que desde la oscuridad alguien les observaba... no una persona, si no dos, dos personas que iban a cambiar para siempre el curso de vida normal de aquellos dos chicos, y de posiblemente toda la humanidad.

Leo y Alicia se pararon en una esquina, y allí se besaron, escondidos de la vista de cualquier persona cotilla que les pudiera observar.

-Amo tus labios.-dijo Leo suavemente.

Continuaron el camino y llegaron a un edificio, de no más de diez pisos: la casa de Alicia.

I - Nicolás (Parte 2)

Al día siguiente.

-¡Oh!¡Por fin!-gritó Leo entusiasmado al salir del aula de exámenes junto al resto de la clase.-¡Ya no más exámenes finales hasta Mayo!


Leo tenía diecisiete años e iba a primero de Bachillerato en un instituto de Valencia. Su cabello era castaño y ondulado, y le llegaba más o menos por los hombros. Sus ojos también eran castaños, y su piel morena. Era el típico ejemplo de una persona típica española por sus rasgos físicos. Llevaba una mochila negra al hombro izquierdo y una amplia sonrisa en la cara por el hecho de haber terminado el último examen que tenían aquella evaluación, el de Biología, una asignatura bastante odiada por él y por la mayor parte de la clase. Era una persona divertida y sociable, aunque no le gustaba que le molestaran, pues se ponía furioso rápidamente. Sus gustos eran de lo más oscuro: Black, Death y Gothic Metal, cultura gótica, anti cristianismo, etc... aunque también le fascinaba la cultura oriental. Llevaba una camiseta negra con el logo de un grupo de Black Metal llamado Nargaroth, un pantalón negro con un cinturón de pinchos, y dos pulseras de pinchos en cada muñeca. Más o menos así vestía para ir al instituto, pero cuando salía, se ponía muchas más cosas...

-¡Konnichiwa, Leo-kun!-anunció una voz a sus espaldas, y una chica se le abrazó por detrás. Kun era la terminación japonesa para los chicos.

-¡Hola, mi Condesa Sangrienta!-respondió dándose la vuelta para abrazarla y a continuación darle un corto beso de no más de cinco segundos.

-¿Has terminado ya todos los exámenes?

-¡Sí!¿Y qué hay de ti, Alicia?

-También.

-Pues a ver si tenemos suerte y los pasamos todos eh, aunque tú, que eres una empollona...-Alicia lo fulminó con la mirada.

-Encima empollona, lo que soy, es lista, que te quede bien claro.

-Será...-dijo riendo.

Se quedaron mirándose el uno al otro hasta que ella reaccionó:

-¡Oh, vaya!Lo siento, me he quedado empanada.-y de nuevo.-Tío, luego quedamos afuera y nos vamos a mi casa, a las tres, ¿vale?

-Bien, nos vemos.-Leo no estaba nada extrañado, al fin y al cabo, ella no era muy habladora, era tímida con la gente que no conocía, pero si que podías entablar una conversación decente si la conocías bastante.

Volvieron a darse un corto beso, y al finalizarlo, Alicia se marchó hacia una clase al fondo del pasillo.
Sus cabellos eran negros y sus ojos también marrones. Era algo más baja que Leo, y su forma de vestir era siempre de negro, normalmente con pantalones, pero a veces con faldas o vestidos(esto último era más para cuando iban a conciertos, eventos, etc...). Iban al mismo curso, pero a diferentes clases, y ya llevaban casi dos años juntos.

-¡Ey Leo, qué pasa!-un chico le dio una palmada por la espalda. Era Paul, un chaval inglés que iba un curso por encima de él, a segundo de Bachillerato. Llegó a España con cinco años con sus padres y desde entonces aprendió a hablar español perfectamente. Le gustaba la música metal, pero no era su favorita, le gustaban los demás géneros por igual, excepto el bakalao y el reggaeton, que los detestaba profundamente. Paul solo salía con Leo, Alicia, una chica llamada Eva y un chico llamado Juan, porque no conocía mucha gente.-¿Cómo crees que te han salido los exámenes?

-Hola, Paul.-respondió.-Pues mira, yo creo que todos genial excepto el de Biología...

-¿Biología?¡Anda ya, si eso está chupado!

-Lo estará para ti, capullo.-y le fulminó con la mirada.-Letras habría sido mucho mas fácil.-suspiró.

-Pero ciencias tiene más salidas, y eso lo sabes.

-Sí, lo sé.

-Oye, ¡pero Letras tampoco es tan fácil!

-Depende de la persona. A mí, que me gusta escribir, no me sería tan difícil, hombre, al menos, eso creo yo.

-Déjalo. Y... ¿Tienes planes con Alicia?-le dirigió una mirada lasciva.

-Sí...-respondió también con lascivia pronunciando un largo ''Sí''.-Espera, ¿por qué leches te cuento yo esto a ti?

-Tal vez, porque soy la persona con la que más confianza tienes y que siempre te ayuda en cualquier problema que tengas.

-Sí, bueno...-dirigió una mirada distraída a otro lado del pasillo, y por la ventana, vio algo que le hizo abrir los ojos de par en par.-Madre mía...

viernes, 18 de septiembre de 2009

I. Nicolás (parte 1)

Un cuerpo femenino yacía sobre una inerte mesa de piedra. La sala en la que la mesa y el cuerpo se hallaban estaba iluminado levemente por la tenue y escalofriante luz de unas velas. Las velas estaban situadas en candelabros cada uno con espacios hasta para tres velas, y había uno a cada esquina de la sala, teniendo esta forma de octágono. La pared que se encontraba frente la mesa de piedra tenía una obertura en forma de puerta que daba a un oscuro y largo pasillo, que es el que la chica utilizó para llegar a aquella sala. El pasillo también tenía algunos candelabros para iluminarlo, pero aún así, seguía siendo bastante oscuro el lugar. Habían dos armaduras de aspecto bastante viejo a cada lado de la puerta, llenas de óxido, y que daban la impresión de que alguien estaba observando desde su interior. A los pies de los candelabros habían algunas piedras con runas mágicas talladas en su centro. La mesa de piedra sobre la que yacía la chica parecía realmente antigua, pues tenía algunas roturas por encima y por los lados y a los pies crecían plantas pequeñitas que parecían muertas. Las paredes estaban completamente desnudas, excepto porque en algunas partes había sangre, y no solo por las paredes, sino por el suelo y la mesa también, pero ya estaba toda seca, incluso había la forma de unos dedos en una de las paredes. No habían ventanas, de modo que las velas eran el único medio de luz que había para iluminar lo más levemente posible aunque fuera la sala y el pasillo de aquel lugar.

Pero aquella chica no estaba muerta, al contrario, estaba más viva que cualquier animal que hubiese por los alrededores de aquel lugar. Era bastante joven, de unos diecisiete años más o menos. Su cabello era rubio como los rayos del sol, sus ojos verdes como un prado, y sus labios eran tan rojos como la sangre. Era realmente bella, y había tenido siempre a muchos hombres detrás de ella, buscando placer, desgraciadamente, aunque ella seguía intocable, virgen aún. Pero por encima de todo, nadie la había traído hasta aquel lugar, sino que había ido ella misma por su propia cuenta, siguiendo a un bello chico del que se enamoró, cayendo en un profundo ''hechizo''.

Un fuerte aullido rasgó el cielo. La noche ya había llegado, y los lobos, salían a la caza, bajo su reina, la Luna, y la muchacha se estremeció un poco, pero a la vez sabía que estaba segura en aquel lugar, pues no habían ventanas, y a ningún lobo se le ocurriría entrar a aquel lugar para alimentarse, ya que allí nada encontraría. Pero igualmente se estremeció, y pensó en donde podría encontrarse en aquel mismo instante la persona a la que estaba esperando impacientemente, y no pudo evitar la remota idea de que aquella persona se hubiese marchado y ahora ella estaba esperando tontamente, con lobos en el exterior que serían capaces de devorarla si la chica cometiese el atrevimiento de salir de aquel lugar.

Observó las paredes y la sangre que había en ellas, pero no se inmutó a causa de aquel rojo líquido. Las paredes de color piedra parecían naranjas y la sangre verde, todo a causa de la leve iluminación ígnea del lugar. La chica se levantó de la mesa de piedra y anduvo lentamente hasta una de las paredes. Lo hizo así para no correr el riesgo de golpearse con cualquier cosa que pudiese haber por el suelo desperdigada. Al llegar a la pared que estaba a la izquierda de la puerta, la tocó con las manos y sintió la antigüedad de aquel lugar en ellas. Aunque también sintió la tragedia que pudo pasar en aquel lugar al ver la sangre, que ya había notado antes, pero que no se había parado a mirar hasta aquel momento, y entonces... una fría corriente de aire azotó el salón. La chica se estremeció y sintió un escalofrío con aquel elemento. Se abrazó su cuerpo, intentando entrar en calor, y, andando suavemente, volvió a la tabla de piedra y se sentó sobre el borde que apuntaba a la puerta.

Y Él llegó.

Aquel chico estaba de pie, inerte, en el umbral de la entrada. Las velas solo alumbraban hasta su cuello, y entonces su rostro se perdía en la Oscuridad. Aquella escena era de las más y frías y a la vez cálidas que cualquier persona pudiera haber observado. La chica, por una parte sentía un miedo que no le permitía moverse, pero por el otro, sentimientos de lujuria y pasión azotaban su cuerpo obligándola a actuar de esa manera. Pero ella solo observó parada en la tabla de piedra a cualquier movimiento que él pudiese hacer.

Él. Era un chico bastante misterioso, solo le había visto en una ocasión, ni siquiera había visto sus ojos, que estaban cubiertos por su cabello. Pero extrañamente, pasó, callo en su enamoramiento, y aquel sentimiento la había traído a aquel lugar alejado de toda vida humana.

Parecía que él la observaba, y fue entonces cuando se movió, avanzó hacia aquella muchacha de cabellos dorados y ojos verdes. La luz de las velas cada vez mostraba más su rostro, pero se detuvo, cuando la luz solo llegaba hasta sus labios.

-Ven...-Susurró la joven levemente.

Y él se acercó un poco más. La chica se recostó sobre la mesa de piedra y abrió sus piernas a cada lado invitándolo a acercarse más. Y ocurrió. El chico se acercó a la muchacha hasta llegar a la mesa y se reclinó junto a ella, poniendo cada brazo a cada lado de su cabeza. En esta posición, la chica estaba abierta de piernas sobre la mesa y él estaba sobre ella, con las rodillas apoyadas en aquella tabla de piedra.

-Que bello...-dijo ella en voz baja mientras apoyaba su mano derecha levemente sobre su mejilla, acariciándola. Aquel chico era realmente bello. Su piel era pálida, sus rasgos faciales muy finos, su cabello largo y oscuro como la Noche que definía unas características ondas y sus preciosos ojos azules, que reflejaban la luz de las velas en ellos.-Dime tu nombre.

-Nicolás-y no dijo nada más.

Tras decir su nombre, bajó su cabeza y juntó sus labios junto a los de la chica, ella, apasionada, puso una mano en su cuello y la otra en su mejilla. Él únicamente se dedicaba a besar y a bailar con su lengua. El beso terminó, y Nicolás se separo de ella. Los dos se quedaron observandose el uno al otro. Después de un largo lapso de silencio, Nicolás volvió a agacharse, pero esta vez no fue a su boca, si no a su cuello, que empezó a besar y a acariciar con su lengua. Bajó su mano por la cadera de la chica hasta llegar a su entrepierna, que empezó a acariciar por fuera de la falda. Ella respiraba fuerte, y de vez en cuando soltaba un pequeño gemido. Pero aquello último no fue un gemido de pasión... fue de dolor.

Nicolás se separó de ella, y aún con la mirada seria, abrió la boca y dejó ver unos incisivos y caninos muy largos y afilados, y su boca llena de sangre. Su cuello sangraba y ella se sentía débil por momentos, incluso se llevó la mano al cuello intentando pararlo, pero inútilmente. Aunque él no iba a desaprovechar la situación. Le quitó la camiseta y la lanzó a otra parte de la habitación. Descubrió que ella no llevaba nada debajo. Le cogió una mano y la puso a un lado de la mesa, le cogió la otra e hizo lo mismo. Apretaba mucho, de modo que ella no se pudiese mover. No la había mordido en un lugar de muerte instantánea, pero a la larga acabaría muriendo desangrada, pero mientras tanto, dejó que la sangra cayese por su cuello y sus pechos, y fue entonces cuando empezó a deleitarse con ellos. Nicolás disfrutaba mucho, al contrario que la muchacha, que estaba viviendo una auténtica pesadilla. Mordió uno de sus pezones tan fuertemente que lo perforó y sangre salió de ahí también. Pasó las dos manos de la chica a solo una mano suya, y al tener una libre, consiguió bajarle la minifalda y con ella su ropa interior, dejando su zona genital al descubierto. Inclinó la chica hacia arriba un poco para que la sangre bajase por su cuerpo, y al llegar a donde él quería que llegase, bajó su cabeza a su zona genital y comenzó a lamerla junto a la sangre que llegaba a la zona. Ella gritaba, a cada grito más fuerte que el anterior, deseando despertarse de aquella pesadilla, pero no era ningún sueño, era la realidad. Nicolás acariciaba bestialmente el sexo de la joven, y con la mirada repleta de lujuria y deseos de sangre, introdujo sus dedos en él de una forma poco ortodoxa, haciéndola gritar aún más, le había quitado la virginidad con sus largos y finos dedos. El sexo sangraba, y él, movía sus dedos hacia dentro y hacia fuera haciendo ahora gritar también de placer a la chica. Una vez satisfecho, volvió a recostarla sobre la mesa y mordió de nuevo su cuello en la yugular, matándola y dejando un ahogado grito femenino en el aire...

Terminó de drenar su sangre, y una vez hecho el trabajo, se levantó y salió del lugar, limpiándose con la manga la sangre que tenía en la boca y nunca arrepintiéndose de nada, pues esto ya lo había hecho miles de veces...

Se quedó en el umbral del portal exterior mirando el precioso paraíso invernal que ante él se alzaba. Los lobos creaban la atmósfera perfecta, sus aullidos eran una bella melodía para sus oídos junto a los gritos de las agonizantes chicas a las que había matado antes.

-Cantad, mis preciadas criaturas.-dijo, mientras en su cabeza resonaba un bello poema escrito por él...


When She, Moon, Goddess of the Night,

Ascenndes to the sky, my life is soon filled with thy light,

With thy evil and with thy passion.


Your servants, the wolves, will always remain with thee,

Because thou art precious, pale, maleficent,

I sing to thee, I pray thee thus,

My desire is to have thee by my side,

To run as one,

To slay the lamb and stain the Sun,

Good night, Moon, fill me with thy dark light...

Ich liebe dich,

Fur alles Ewigkeit...

Bienvenida

Hola a todos. Aquí publicaré periódicamente una novela que estoy escribiendo en OpenOffice, espero que la disfrutéis.